El mar; el mar soy
yo; sí, ya sé que suena pretencioso, pero es la verdad.
A casi todo el mundo
el mar le evoca el mismo sentimiento de paz, de tranquilidad, de calma; pero
cuando yo me enfrento al mar, porque me enfrento, discutimos, nos gritamos,
lloramos nos odiamos y volvemos a amarnos; cuando estamos cara a cara, deja de
tener ese halo de paz, de espiritualidad para
convertirse en algo salvaje y feroz.
Se convierte en mi
conciencia, en mi cerebro, en mi corazón, se convierte en mi yo verdadero, en
mi esencia, y me planta en la cara todo mi dolor, mi ansiedad, mi
angustia, mis problemas, mis pesadillas.
Saca todo lo que
atormenta mi cuerpo y me lo escupe en la cara, lo pone en mi camino, en un
pérfido deseo de aligerar mi carga.
Traidor….. Yo que
estoy acostumbrada a guardar y guardar,
aprovecha esa primer momento de quietud cuando nos encontramos para
lanzar su dardo emponzoñado, y ya no hay vuelta atrás.
Con la primera ola
que llega a mis pies, mi cuerpo se abre
para llegar a una catarsis brutal, que rasga mi piel con mil cuchillas, mil
cortes de los que brotan lágrimas y no sangre. Lágrimas aferradas durante
semanas, quizás meses, a mi alma, secuestradas, reprimidas por mente y corazón
en un intento suicida de sobrevivir.
Lágrimas que se
derraman en una corriente imposible de parar, en la que sólo mi garganta
mantiene las fuerzas suficientes para emitir un grito de socorro, de
desolación………la brecha está abierta, y con la voz quebrada y rota por el dolor
empiezan a surgir las palabras que me dan la vida, brotan en un atropellado
torbellino, en un torrente salvaje e incontenible.
Y me dan la vida,
sí, puesto que son palabras surgidas
desde lo más hondo de mi ser, y me liberan, desbloquean una pesada carga que
lastraba mi supervivencia, que desgastaba
mi energía hasta la extenuación. Son palabras que entre lágrimas y
llanto, entre la desesperación y la agonía, emergen para decirme que sigo viva,
que soy fuerte.
Son palabras que me
recuerdan las mil batallas vividas, las mil derrotas sobrevividas y me dan la
solidez necesaria para querer seguir luchando.
Y lloro, y grito y
si pudiera extinguiría ese mar que tanto daño me hace, porque lo odio,
aborrezco su poder…… pero lo amo, porque me da la vida. Me parte en dos, me
asfixia, me envenena, me destroza y me devuelve mi vida, más fuerte y
serena.
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