A veces es
complicado esto de ser un enfermo crónico, esto de tener dolor a todas horas
del día, esto del cansancio extremo, esto de los mil síntomas asociados; pues
sí, a veces es complicado.
Y es que, en
todos estos años, he encontrado pocas, pero pocas personas que entiendan mi
enfermedad tal cual, que me entiendan a mí.
Yo sé que es
difícil, porque no es algo que se me vea, que se me note, como cuando llevaba
el corsé ortopédico, (¡ay, amigo corsé cuánto tiempo hemos pasado juntos!), entonces
todo el mundo me entendía. Pero ahora, ahora es bien distinto.
Creo que la
gente es, (bueno, voy a decir somos), creo que somos muy pesados. Cosa que me
molesta bastante, que me genera estrés tontamente, porque seamos realistas
cuesta mucho decir no, así, sin más, NO.
Y decir no,
cuesta por un sentimiento de culpabilidad, de miedo al rechazo.
Cuándo me
preguntan ¿te vienes?, ¿nos vemos? O algo que implique moverme, y a días hasta
respirar; muchas veces me siento culpable por decir que no, y tengo que
recordarme que no soy mala persona por hacerlo, ni por priorizar mis intereses;
simplemente es que intento establecer un equilibrio de preferencias; lo cual no
significa que me coloque por encima de los demás, que me considere más que
nadie; en absoluto. Lo que prevalece, lo que me hace inclinarme hacia el no, es
simplemente la enfermedad; mi bienestar, pienso cómo me va a afectar esa
actividad a la que me niego, pero cómo me va a afectar hoy por hacerla, y
mañana por haberla hecho, porque si algo tiene mi amiga la fibromialgia, es que
es muy rencorosa, y los excesos se pagan. Y tengo que recordarme también que la
persona que me propone el plan, si de verdad vale la pena tenerla cerca de mí
lo entenderá, y no se enfadará, ni me dejará de lado.
Tampoco me
quiero convertir en mártir, culpabilizando a la enfermedad de todos los males
del mundo, de todo lo negativo o menos bueno que me ocurre; no, no es eso.
Es
sencillamente que conozco mis límites, y sé hasta dónde puedo llegar, incluso
hasta dónde me puedo atrever a sobrepasarlos. Por lo tanto, cuando digo no, lo
que realmente estoy diciendo es: Sé que es mejor que no lo haga, para no
incrementar el dolor, para poder descansar mejor, y para mañana no tener un día
peor.
Y por eso,
precisamente, porque conozco mis límites, los que me ha impuesto una enfermedad
invisible; muchas veces, aunque me cueste, digo NO, porque pienso en mí, en mi
felicidad, en mi confort, en mi paz, en mi tranquilidad, en mi conveniencia.
Me pierdo
cosas, planes, actividades; pues sí, pero no se acaba el mundo, porque existen
las alternativas, y sé que, si no puedo salir a comer con alguien, también
disfrutaré en mi casa, leyendo un poco mientras descanso, o simplemente eso,
descansando en mi casa, relajándome, para poder hacer más llevadero este día, y
el de mañana.
No me deprime
anular planes, o renunciar a ellos, porque existen opciones igualmente
maravillosas y que me van mejor para la fibro.
Entonces, y
donde quería llegar, si todos sabemos que es complicado decir no, ¿por qué
insistimos tanto? por qué si sabemos que alguien está enfermo, le repetimos
hasta la saciedad, venga, sí, vente, un rato, verás que bien, anda, vamos……. Y
yo, que soy como soy, me estreso, me cabreo, y tengo que reprimir las ganas de contestar…Qué
no me da la gana, coño, que me importa más mi salud que tu puto plan (perdón).
Y repito que
cuándo digo no, cuándo rechazo planes, actividades, lo hago pensando en mí, en
mi bien. Porque después de tantos años, conozco la enfermedad, y sobre todo sé
cómo actúa en mí, de manera que conozco mis límites. Por eso mismo elijo
cuidarme, pero también elijo disfrutar, vivir, sentir; porque la fibromialgia
pone límites a mi vida, (no olvidemos que todos tenemos, los míos son más
cerrados en algunos sentidos, pero todos tenemos), pero yo opto dentro de mis
limitaciones por aprovechar la vida.
Quizás desde
fuera pueda parecer lo contrario, porque mis sábados son de paseo y vermú al
sol, (2 horas, 3 máximo), o mis tardes son de estar en casa relajada con el
ordenador, una serie, un libro. Nada más
lejos de la realidad, porque ese sábado, ese paseo al sol, ese vermú, en buena
compañía siempre, a mí, me llenan de energía, de vitalidad, me hacen feliz. Y
quedarme en casa el resto del día, también, porque estoy en casa, disfrutando,
compartiendo o no, una paella, un té, una serie, unas risas, una siesta… Soy
feliz, cosa que mucha gente sana, sin tanta limitación ni impedimento puede
decir, porque yo me centro en vivir y disfrutar, elijo aprovechar mi vida,
llenarla de cosas buenas, de momentos gratos, de personas que hagan mi más
bonito mi mundo.
No olvidemos
que llenar tu tiempo de actividades, tus días de planes y proyectos no es vivir,
es pasar el tiempo, la vida. Vivir es sentir, disfrutar, conmoverse,
deleitarse, aprovechar, beneficiarse de todos esos planes; vivir es sentir el
presente, ser consciente del aquí y ahora y apreciarlo, darle el valor que
tiene. No es fácil llegar a ese nivel, a poder decir, “me hace feliz que hoy
haya salido el sol, porque me llena de energía” o “me hace feliz el agua
caliente de la ducha”; no es sencillo poder llegar a valorar esos pequeños
instantes, esas insignificantes cosas que nos hacen felices; pero ahí es donde
radica mi felicidad al menos; y sé que no es fácil porque a mí me ha llevado
años lograrlo, o será que soy muy torpe, no sé. Años y golpes, algunos muy
duros, pero aquí estoy hoy, feliz.
Me ha encantado tu relato. Yo te entiendo perfectamente porque pienso igual que tú. Y sé ser feliz con fibro o sin fibro.
ResponderEliminarSiempre Adelante.
EliminarGracias por leerme y comentar.
Besos.
Me ha encantado cómo lo explicas.
ResponderEliminarAsí es cómo yo lo vivo, lo siento.
EliminarGracias por leerme y comentar.
Besos.