El dolor es subjetivo. En Fibromialgia también

    El dolor es subjetivo....la percepción y la interpretación del dolor es diferente en cada ser humano.     

   Y es subjetiva la interpretación de nuestro dolor y la del ajeno.     

    Pero ojo, subjetivo no quiere decir imaginario. 

     El dolor en la Fibromialgia es invisible, difícil de diagnosticar, de demostrar de tratar, pero es real, nos duele; y podremos ser más o menos exageradas, podremos demostrarlo más o menos, quejarnos más o menos; pero nos duele.
   
    El dolor crónico provocado por la fibro puede llegar a alterar tu vida, es posible que no puedas hacer las mismas cosas de antes, llevar el mismo ritmo; también es normal que sientas frustración, rabia impotencia ante algo que no puedes controlar y que parece va a dominar tu vida. 
     Te llegas a sentir aislado, solo, ya que tu entorno más cercano, pareja, hijos, familia, amigos, a veces no llegan a comprenderte.
    
     Y es que el dolor es subjetivo.
    Tan subjetivo que a veces ni entre las mismas afectadas por la enfermedad nos entendemos, y nos ponemos en duda y nos criticamos y nos quejamos de la incomprensión, e irónicamente somos nosotras mismas las que no nos comprendemos, las que no practicamos la empatía, las que no sabemos ponernos en el lugar de la otra.
  
  

    
      El dolor es subjetivo y cada persona es un mundo, seguimos con los tópicos, que en este caso son reales, son ciertos.

  




      
      Cada uno de nosotros piensa, ve, siente la vida de una manera distinta, porque nuestros cuerpos son distintos, nuestras experiencias, nuestra educación, son distintas, lo cual nos hace únicos e irrepetibles. Pero dicho esto hay que reconocer que se hace necesaria mucha flexibilidad, cierto nivel de conocimiento, para interpretar de manera correcta las experiencias de los demás. Y esto es lo que nos falta, reconocemos que nuestro dolor, la percepción que tenemos de él es subjetiva, pero en cambio nos atrevemos a valorar, a cuantificar el de los demás. Nos falta empatía.
     
     Y es que no es fácil ponerse en la piel de otra persona, para poder entenderla, para poder comprender sus sentimientos, lo que pasa por su mente y que le hace reaccionar de determinada forma ante un hecho o situación. No es fácil porque se trata de verlo desde su perspectiva, intentando pensar como ella, y no en cómo reaccionaríamos nosotros. Para lograrlo debemos aceptar que sus sentimientos son válidos, aunque nosotros ante esa misma situación  hubiéramos tenido otros.
     
     Cuando sentimos empatía, cuando percibimos que hay una relación empática, nos sentimos comprendidos, acompañados; y con fibromialgia, con dolor crónico, nos sentimos aceptados, sentimos que nos creen, que nos escuchan. Por eso la relación médico/paciente o profesional sanitario/paciente debería estar basada en la empatía, esto es, que se interesen por nosotros, por nuestro mundo y cómo se ve afectado por la enfermedad, cómo afecta a nuestra vida; reconociendo la existencia de limitaciones y las repercusiones que en general tiene la fibro sobre nuestra vida. Si esta relación empática surge, si se da, nos sentimos relajados, sentimos que nos entienden, que comprenden nuestro dolor y sentimos la cercanía y la voluntad de aliviar nuestro sufrimiento.


          
      Personalmente, cuando me encuentro ante un profesional médico así, (y he tenido la suerte de encontrar a más de uno, en la Unidad de Fibromialgia, en Atención Primaria y en alguna especialidad) me siento tan agradecida, tan reconfortada, siento la necesidad de contarle todo lo que me ocurre, cómo es mi vida con fibro, cómo me he adaptado, cómo ha cambiado mi vida.
     Y tengo ganas de llorar, sí, de llorar, porque en pocas ocasiones puedo hablar abiertamente de mi enfermedad, de cómo afecta a mi vida, de cómo me siento realmente, cómo es mi dolor. Llorar y desahogarme, y salgo de la consulta con energía renovada, reforzada; feliz. 
      El único inconveniente es el tiempo, el tiempo dedicado a los pacientes, siempre tan escaso. Sin olvidar que lo realmente triste, es que este ideal no siempre ocurre, y aún quedan médicos y personal sanitario que tiene mucho que aprender sobre la enfermedad, sobre el dolor crónico y sobre las relaciones interpersonales.


     La empatía es un arte, una habilidad que se desarrolla a lo largo de la vida y que nos ayuda en las relaciones sociales, pero también tiene un lado negativo, y es que se puede llegar a perder la perspectiva de nuestras emociones; la línea entre los sentimientos de los demás y los propios puede llegar a diluirse provocándonos daño a distintos niveles.
     Algunos de los efectos negativos que un mal manejo de la empatía puede llegar a provocarnos son:

  • Excesiva implicación en los problemas de los demás, aun cuando no nos han pedido ayuda. El rechazo puede hacer que nuestra autoestima se sienta afectada, debilitada.
  • Manipulación, nuestra actitud de entrega nos convierte en fácilmente manipulables.
  • Dificultad para discernir los problemas ajenos de los propios, nos cargamos de los problemas de los demás, haciéndolos nuestros. Nuestra salud, nuestro ánimo se ven afectados por el exceso de carga.
  • Agotamiento, por estar siempre pendiente de los demás, por cargar con sus problemas, acabamos agotados física y mentalmente.




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