Que soy grande, coño.
Por supuesto que sí, que valgo,
soy fuerte, valiente y dura.
Pese a que a veces me olvide, me derrumbe y llore, lo sé, sé que soy
grande.
Mi autoestima es el espejo donde me miro, y aunque en ocasiones haya
quien se obstine en empañarlo, en taparlo para que evite sentirme así; yo lo
sé, soy grande.
Y ni palabras envenenadas, ni miradas cargadas de inquina y por
supuesto ni mentes controladoras y perversas pueden conmigo.
Que soy débil y frágil, sí, también
lo sé; pero lucho, me afano, me esfuerzo por estar bien, por ganar cada
batalla en esta guerra que va durando demasiado y que me acompañará de por
vida.
Son batallas a las que me enfrento a diario, a veces simples
escaramuzas por un esfuerzo mal hecho, pequeñas contiendas por una mala
postura, pero batallas a las que me encaro todos los días.
Pero otras veces son grandes cruzadas que a veces pierdo, pero de las
que siempre aprendo y salgo reforzada para la siguiente ofensiva; soy grande,
lo sé.
No obstante, esta continua riña me debilita física y mentalmente; son
demasiados momentos malos, demasiado dolor, demasiada ansiedad, demasiadas
interrupciones a mi vida, demasiadas normas…..demasiados demasiado.
Y aunque me esfuerce para controlar este cansancio mental,
psicológico, a veces me quedo arrinconada por el desánimo, en un rincón oscuro,
tétrico y sombrío, donde nada tiene sentido, razón de ser, donde pierdo mi
espontaneidad, mi alegría, mi ilusión. Pero salgo, siempre salgo de ese rincón.
Siempre busco reencontrarme, relajarme y centrarme en mí, en respirar,
en "ser" y "estar", y pongo en orden mi cabeza, priorizo y
ordeno; dejo de lado lo secundario, lo que no me hace feliz, y me centro en lo
que amo, lo que me identifica y decido cuidarme, volver a ser yo, porque yo,
soy grande.
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