Son las dos de la mañana, y aquí estoy, no puedo dormir; una noche más. Dentro de unas horas tengo una prueba, una prueba más, para saber que le ocurre a mi cuerpo, a mi descontrolado cuerpo.Y son tantas pruebas ya; total para tener el mismo resultado, no hay nada, es por la fibromialgia; joder con la fibromialgia.
Mi particular Caja de Pandora, donde todo cabe, todo lo
malo, todos los dolores, síntomas, síndromes, reacciones, intolerancias y demás
problemas de salud.
Ahora le toca el turno al estómago, seguro que mi amiga
la fibro tiene algo que hacer con él, y lo meteremos en la caja, seguro.
Claro que lo bueno de todo esto, de tener fibromialgia,
es que todo es culpa suya, no tengo nada más; nada malo. Estas palabras me las
dicen mucho los médicos, “no tienes nada malo”, como si tener fibro fuera el
Gordo de la Primitiva o una Cesta de Navidad, ¿les parece que una enfermedad
crónica, que me produce dolor las 24 horas del día, que acorta mi energía
considerablemente, que altera mi sueño, mi estado de ánimo, mi vida; les parece
que una enfermedad así no es ya suficientemente mala por sí misma? Parece que
no.
Y es que quién no padece dolor crónico es bastante
difícil que comprenda lo que pasamos los afectados de una enfermedad como la
fibromialgia.
Yo acepté hace tiempo vivir con dolor crónico; pero ojo,
aceptar no significa creer que tener una enfermedad crónica esté bien, no; no
está bien, no es justo.
Ni quiere decir tampoco que me haya rendido, ni que deje
de buscar un tratamiento que me ayude, sigo luchando, pero ahora no es el
centro de mi vida, ahora he colocado a la fibromialgia en el lugar que debe
ocupar en mi vida, en un rincón, y el centro de mi vida vuelve a ser mi
familia, mi casa, mis amigos, mi trabajo.
Aceptar el dolor crónico no significa que no tenga
momentos malos, de bajón; nada más lejos, también me siento triste y
desesperada a veces, y me cabrea, y tengo ganas de gritar, de llorar de rabia,
de ira, porque me duele, porque siempre me duele.
Cuándo digo que he aceptado la enfermedad quiero decir
que soy realista, y sé que hasta que encuentren una cura, la fibromialgia me va
a acompañar a lo largo de mi vida, de manera más o menos constante, pero va a
estar siempre a mi lado. Y no es una realidad que me guste, pero es la que me
ha tocado e intento aprender a vivir con ella.
Y para ello he tenido que hacer adaptaciones en mi vida,
he tenido que hacer cambios en mi forma de pensar, de sentir, de vivir. He
aprendido a ver la vida de otra manera, y a enfrentarme a ella de otra manera.
Aceptar vivir con dolor crónico ha supuesto aprender a
conocerme mejor, a aceptarme, aprender a decir “no”; aprender a reconocer mis
límites, para así poder cuidarme y llevar lo mejor posible mi condición de
enferma crónica.
Pero para mí, lo más importante que me trajo el aceptar el
dolor crónico fue cambiar el concepto que tenía sobre mí, respecto a la
enfermedad, modificar mis pensamientos, mi lenguaje; porque la fibromialgia no
me define, es sencillamente algo que tengo, no lo que soy; cambiar el “estoy
enferma” por “tengo una enfermedad”.
No es un proceso fácil, desde luego que no, aceptar una
enfermedad crónica, aceptar el dolor crónico es un camino largo, lleno de
altibajos, que en muchos momentos nos parecerá imposible, porque sinceramente, ¿quién
es capaz de aceptar de un día para otro algo que cambia por completo nuestras
vidas, nuestro futuro?
Además de todos los cambios que trae a nuestra vida el
tener dolor crónico, hay algo que descubrí hace años; y es que el dolor provoca
más dolor; sí, el dolor crónico provoca más dolor, esto es, cuando te duele
adoptas la postura más cómoda para sobrellevar el dolor, aprietas la espalda,
la encorvas, pisas de determinada manera. Y estas posturas forzadas mantenidas
en el tiempo acaban convirtiéndose en contracturas musculares, que incrementan
el nivel de dolor. La adaptación postural al dolor provoca más dolor, es un
círculo vicioso difícil de romper.
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