Cierro los ojos y en silencio me dejo llevar, mis dedos vuelan, danzan, bailan sobre el teclado en una perfecta coreografía, donde los errores forman parte del baile. Y en esa danza abro mi mente, mi corazón, mi alma, en esa danza viven mis sueños, esa danza soy yo.
![]() |
Un pensamiento estúpido.
Desde hace unos meses me llevan en la Unidad de
Fibromialgia de mi ciudad, Alicante; es la segunda vez que acudo a ellos en
estos 15 años.
Allí, un equipo interdisciplinar nos atiende en un
programa que dura entre 10 o 12 meses. En este tiempo acudimos a consulta y
revisiones médicas y de enfermería, nos dan diversas charlas sobre diferentes
aspectos de la enfermedad, (sueño, alimentación, memoria, autoestima, higiene
postural, etc.), y tenemos un grupo de autoapoyo.
En una de estas charlas informativas, recuerdo que el
doctor nos dijo: casi todas las enfermas tenéis unas características
psicológicas, emocionales, comunes; como son, por ejemplo, un sentido exagerado
de la responsabilidad, una marcada autoexigencia, un desmesurado
perfeccionismo, que nos hace creer que nadie lo hará mejor que nosotras; no
sabemos decir no, poner límites, de manera que asumimos demasiados compromisos
en el ámbito laboral y familiar, hasta llegar al agotamiento físico y mental;
solemos tener baja autoestima, y así elaboró una larga lista de problemas que
para nosotras no parecían tales, ya que simplemente hacíamos lo que teníamos
que hacer.
Pero evidentemente también nos advirtió que no todas
las personas que tienen estas características acabarán padeciendo fibromialgia,
ya que también hay que tener en cuenta otros factores, como genético, experiencias
traumáticas físicas o psicológicas.
Y es cierto, en ese momento recuerdo que pensé, “Dios,
que tonta he sido”, todas las características que decía encajaban en mí, todas.
Claro que también he de decir que ya lo sabía, que llevo años cambiando esas
actitudes, pero escucharlas todas relacionándolas con la enfermedad fue cómo
sentir un fogonazo en mi cerebro; sentí como la pólvora recorría mi cuerpo,
desde la planta de mis pies, quemando una mecha invisible que cuando alcanzó mi
cerebro estalló, dejándome sin aire, sin aliento durante unos segundos.
Así durante un segundo me sentí culpable; un largo y agónico
segundo en el qué pensé, estoy así por mi culpa, me lo he creado yo.
Pero fue apenas un segundo, las risas nerviosas de mis
compañeras que imagino también se vieron reflejadas, me trajeron de nuevo a la
realidad, y el tono amable y tranquilizador del doctor me relajó.
Y fue así como vino a mi mente una de las ideas más
estúpidas que he tenido en mi vida, por un segundo, llegué a pensar, llegué a
sentirme culpable de tener fibromialgia. ¿es estúpido o no?, sí, lo es, y
mucho.
Porque realmente dejé de sentirme culpable hace muchos
años; estoy enferma sí, pero yo no lo he elegido, yo no lo he provocado, yo no
lo quiero.
Cuando te enfrentas al diagnóstico de una enfermedad
crónica, cómo es la fibromialgia, intentas buscar una explicación, el ¿por qué
a ti?, haces una reflexión sobre tu vida, sobre tus hábitos y costumbres
esperando obtener una respuesta, porque crees que la culpa está en ti.
Hasta que no se acepta la enfermedad, no se puede
empezar a luchar, y para que este proceso pueda iniciarse es primordial que el
enfermo se perdone. Sí, es básico que no se sienta culpable, que se perdone por
no haber llevado una dieta sana, o por no haber hecho ejercicio. Porque el
perdón te reporta una paz interior que te equilibra a nivel mental, a nivel
psicológico y por tanto te refuerza para poder afrontar la enfermedad de una
manera equilibrada y sana y de este modo poder ir ganándole batallas.
Aceptar la
fibromialgia no es un proceso fácil, pero también es cierto que no es un camino
que se haya de recorrer a solas; es básico establecer una buena relación médico
– paciente, el facultativo tiene la información y las herramientas, el
tratamiento que te ayudará a estar mejor; y en él se debe confiar para diseñar
las estrategias para abordar la enfermedad.
Y por
supuesto es parte primordial en este proceso, aunque en ocasiones difícil de
alcanzar, contar con apoyo familiar y social. Puede parecer una tontería, pero
tener un entorno, pareja, hijos, familia y amigos más cercanos, que te crean,
que crean en la enfermedad es un gran punto de partida. Puesto que la realidad
nos demuestra que la fibromialgia no es una enfermedad creíble, y en demasiadas
ocasiones nos tachan de vagos, mentirosos, exagerados, quejicas.
Tengo una
enfermedad crónica, que de momento no tiene cura, pero como he dicho antes,
hace tiempo que me perdoné, hace tiempo que la acepté, y hace tiempo que dejé
de luchar contra ella. Porque eso supondría darle más importancia de la que
tiene, supondría centrar mi vida en torno a ella, y eso no sería justo; ni para
mí, ni para mi familia y entorno más cercano; y evidentemente no sería sano.
Tengo una
enfermedad crónica y he conseguido hacerla visible, creíble en mi entorno, lo
cual me ayuda a levantarme cada día, a afrontar la fibromialgia con una actitud
positiva y optimista, y esto también se nota en la percepción del dolor.
Pequeñas frases.
Buenos días,
¿qué tal has dormido?;
¿Cómo te
encuentras hoy? ¡Túmbate un rato
y descansa. ¿Puedo hacer
algo por ti? Deja, ya lo
hago yo. Dame las
bolsas, no cojas peso.
Éstas son frases, pequeñas frases, pequeños gestos, que pueden pasar desapercibidos para la mayoría de personas, pero que, para nosotros, los que cargamos con la pesada losa de la fibromialgia, son un mundo.
Me considero afortunada, porque a diario las escucho, tengo a mi alrededor personas que me comprenden perfectamente, que me apoyan. Algunas aún sin entender muy bien la enfermedad, me aceptan y se preocupan.
Si la sociedad,
pero sobre todo, el entorno de los enfermos, entendiera la importancia del
apoyo social, la vida de muchas personas sería más placentera, más tranquila. Y
es que me parte el alma cuando leo, cuando escucho a compañeras enfermas decir
que su entorno las tacha de vagas, cuentistas, malas madres y esposas; es tan
cruel.
Para mí, el
apoyo va más allá de cogerme las bolsas para que no cargue peso; es ayudarme a
afrontar la enfermedad, es entenderme y no sólo darme la razón, es estar a mi
lado y adaptarnos juntos a la nueva situación.
El apoyo ha de
ser mutuo, porque para el enfermo es difícil aceptar una enfermedad crónica que
provoca tantos cambios en su vida, pero para su entorno, para su pareja,
familia, amigos, compañeros, tampoco es sencillo, porque se ven afectados en
mayor o menor medida por esos cambios. Y es cierto también; triste, pero
cierto, que los enfermos somos egoístas, y en la mayoría de ocasiones vemos el
apoyo como algo unidireccional, algo que se nos ha de dar por el simple hecho
de estar enfermos, algo que los demás están obligados a proporcionarnos porque
tenemos una enfermedad; y no es así.
Una enfermedad
crónica como la fibromialgia, como el dolor crónico hace que se tambalee el
mundo del enfermo, y por ende el de su entorno; por eso no debemos olvidarnos
del apoyo mutuo.
Como he comentado anteriormente, el apoyo va
más allá de lo material, es decir, cogerme las bolsas, prepararme la cena,
hacer un recado por mi. Ha de ser también emocional, y éste es el más
complicado, más si cabe ante una enfermedad invisible como es la fibromialgia,
que en la mayoría de los casos hace que se nos vea bien, aparentemente, “sanos”.
El apoyo
emocional es una poderosa herramienta para mantener a raya nuestra autoestima,
porque no nos sentimos solos, sentimos que le importamos a alguien, que se
preocupan por nosotros; es crucial para el mantenimiento de la salud y el
bienestar.
Pero al mismo
tiempo, creo que es un peligroso recurso, que puede generar dependencia,
ansiedad, depresión; y es que no es lo mismo el apoyo recibido que el
percibido. Y vuelvo a decir que los enfermos somos egoístas y a veces no nos
damos cuenta, o lo que es peor, creemos que es obligación de los que nos rodean
el cuidarnos, atendernos, apoyarnos. En ocasiones nuestro entorno está haciendo
verdaderos esfuerzos para prestarnos apoyo, tanto material como emocional y
nosotros no lo vemos, no lo percibimos y en consecuencia no lo valoramos.
Puede ser que
nuestra pareja esté trabajando más horas para suplir el que nosotras no lo
podamos hacer; que pida permiso para acompañarnos a todas las consultas
médicas, que haga la compra o cargue siempre con las bolsas, que cocine o se
ocupe de los niños cuando nosotras estamos agotadas; pero si se olvida de
preguntarnos cómo estamos, o lo que es peor hace un comentario tipo ¿también te
duele hoy?, “siempre te duele algo”, olvidamos todo lo anterior y nos
deprimimos porque no nos entiende. Somos
egoístas.
Tenemos
fibromialgia, sí, una enfermedad crónica, sí; pero no por ello el mundo gira en
torno a nosotras, no por ello todo el mundo está obligado a rendirnos
pleitesía.
Debemos
aprender a valorar el apoyo que nos brindan los que nos rodean, y devolvérselo,
porque no es fácil convivir, pertenecer al entorno más cercano de un enfermo
crónico.
Es mejor que
aprendamos a valorar, a ser más objetivos y reestablecer nuestro orden de
prioridades, poniendo a la enfermedad en el lugar que merece, no en el centro
de nuestras vidas, ese lugar debe estar ocupado por nuestros seres queridos.
He olvidado.
Un par de
ideas que rondan por mi cabeza, que me preocupan inconscientemente y no puedo
dormir, así de sencillo. Apenas dos horas de sueño, y aquí estoy, otra noche
demasiado corta, otro día que empieza excesivamente temprano. Ya no sé si
es la fibro, la fibroniebla, la depresión endógena que me acompaña hace 30
años, o simplemente que mi cerebro empieza a acusar tantos años de enfermedad,
pero algo no va bien.
Algo no va
bien y me preocupa, evidentemente, ya que por muy optimista que sea una; por
muy vital y llena de energía, hay cosas que dan miedo.
Y es que no
recuerdo, mi cerebro se está quedando en blanco, bueno, esa es mi impresión. Se
han borrado de mi memoria momentos, acontecimientos, datos…… aunque muchas
veces creo, qué lo que realmente sucede es que he olvidado cómo traerlos al
presente, cómo sacarlos.
No es que no
recuerde donde he dejado las llaves o para qué he entrado a la cocina, no, eso
sería fácil de llevar, atención plena, consciencia, post-it y se podría
arreglar. Pero no, mi pérdida de memoria va más allá.
Como he
dicho, demasiado a menudo me ocurre que no logro sacar del archivo de la
memoria algunos datos; por ejemplo, si alguien me pregunta sobre un dato
histórico (que antes conocía), o si escucho una canción (que hace un tiempo
escuché hasta la saciedad), o si veo algo relacionado con un conocimiento que
sé que yo poseía, (la espiral de Fibonacci, dato que descubrí un día, llamó mi
atención e investigué); cuando esto ocurre, no sé cómo sacar las respuestas de
mi cerebro, sé que las tengo, pero no llego a ellas; y no es hasta que alguien
da la respuesta correcta que mi cerebro no reacciona exclamando ¡lo sabía, yo
lo sabía!, pero amigo cerebro, hemos llegado tarde.
Que pase esto
es muy frustrante, al principio creía qué parecía tonta, me sentía tonta, son
cosas que yo sabía, que aprendí en años de estudio, de lectura, de curiosidad,
siempre me ha gustado aprender, saber; y ahora, joder, es que me avergonzaba
que me vieran ignorante, porque no lo soy. Me avergonzaba ser tan lenta, no tener
esa agilidad mental, que no es nada extraordinario, no es nada del otro mundo,
es tan sencillo como escuchar una canción y reconocer al cantante, pero yo no
soy capaz.
Pero sobre
todo me da mucha rabia que, cuando eso pasa, cuando no sé la respuesta en el
tiempo correcto, alguien me mire con esa sonrisa, esa mirada de “¿no lo sabes?,
¿en serio?, ¿tan ignorante eres?” …Dios…podría decir que mataría, pero no
quiero que penséis que soy una loca peligrosa.
Explicar aquí
los tipos de memoria, el proceso de la memoria y como les afecta la
fibromialgia, sería demasiado largo y seguro que aburrido, confuso y
desordenado. Creo que con un ejemplo de las cosas que he olvidado me entendéis
mejor, y muchas personas se verán mejor representadas.
Libros: adoro los libros, aprendí a leer antes de ir a la escuela, y desde muy pequeña devoraba todo lo que caía en mis manos, me encantaban las aventuras de Los cinco, o las increíbles historias que narraba de manera prodigiosa Julio Verne; leía enciclopedias (ese artículo que los críos de ahora, incluida mi hija no sabrían utilizar), porque quería saber más, aprender sobre los animales, la naturaleza, el mundo.....leía.
Y habré leído más de mil libros a lo largo de mi vida, sé que es imposible recordarlos todos, pero sí que recordaba títulos, escritores, primeras frases, premios, sí que podía narrar con detalle los últimos libros que había leído, o alguno más lejano en el tiempo, porque los libros para mí tienen vida, forman parte de mí.
Pero ahora; ahora no soy capaz de decir qué títulos del húngaro Sandor Marai, que me encantaba y un día descubrí gracias a alguien, ,no sé cuáles llegué a leer; ni recuerdo el autor de unos de los libros más bonitos que he leído, La ladrona de libros; y soy incapaz de nombrar ni tan siquiera dos libros de la extensa obra de Doris Lessing, autora que también era de mis favoritas. Es que no soy capaz de decir ni el título de los dos libros que estoy leyendo ahora. He olvidado.
Es triste, sí, para una amante de los libros como yo, para una lectora compulsiva como yo, es triste, muy triste.
Aunque pese a todo no me rindo, no; no entra en mis planes tirar la toalla tan fácilmente; sigo enarbolando mi bandera de Siempre Adelante. Y me quedo con los momentos vividos con mis libros; con la vida que me han dado, con las aventuras que me hacían vivir. Me quedo con los mundos mágicos a los que me transportaban en la niñez y donde era feliz. Y he leído, he leído tanto que me siento orgullosa, y a pesar de haber olvidado, sé que durante años lo disfruté y con eso me quedo. Y sigo leyendo, aunque sé que probablemente olvidaré, pero para mí es uno de los pequeños placeres de la vida que me hace sonreír, que me hace feliz así que nunca abandonare mis libros.
Y así es con todo; que sí, que la fibro me ha quitado cosas, que me ha cambiado la vida; pero nunca podrá arrebatarme la capacidad de ser feliz, de disfrutar, de sentir, de vivir.
Ahora estoy pensando en releer algunos de los libros olvidados, porque sé que me gustaron y volverán a hacerme feliz. Además he decidido que si mi mente va más lenta, si en una conversación no soy capaz de recuperar información, de seguir la charla; pues no pasa nada, al fin y al cabo mis conversaciones no tratan sobre cómo conseguir la paz mundial, o el fin del hambre en el mundo. Quiero decir que si no consigo sacar de mi memoria datos, y sólo aparecen cuando alguien los dice, pues genial, porque pensaré, "yo lo sabía, que buena soy"; pero no me pienso amargar; sé que están ahí, en lo más profundo de mi cerebro, sé que soy una persona inteligente, sé que mi rapidez de reacción no cambia cómo soy. Y si a alguien le parezco lenta, sinceramente no me interesa su amistad.
Tengo fibromialgia, y por ende, problemas de memoria, de retención, de concentración, pero sigo siendo yo; Maite, alegre, vital, optimista, sigo siendo feliz.
Libros: adoro los libros, aprendí a leer antes de ir a la escuela, y desde muy pequeña devoraba todo lo que caía en mis manos, me encantaban las aventuras de Los cinco, o las increíbles historias que narraba de manera prodigiosa Julio Verne; leía enciclopedias (ese artículo que los críos de ahora, incluida mi hija no sabrían utilizar), porque quería saber más, aprender sobre los animales, la naturaleza, el mundo.....leía.
Y habré leído más de mil libros a lo largo de mi vida, sé que es imposible recordarlos todos, pero sí que recordaba títulos, escritores, primeras frases, premios, sí que podía narrar con detalle los últimos libros que había leído, o alguno más lejano en el tiempo, porque los libros para mí tienen vida, forman parte de mí.
Pero ahora; ahora no soy capaz de decir qué títulos del húngaro Sandor Marai, que me encantaba y un día descubrí gracias a alguien, ,no sé cuáles llegué a leer; ni recuerdo el autor de unos de los libros más bonitos que he leído, La ladrona de libros; y soy incapaz de nombrar ni tan siquiera dos libros de la extensa obra de Doris Lessing, autora que también era de mis favoritas. Es que no soy capaz de decir ni el título de los dos libros que estoy leyendo ahora. He olvidado.
Es triste, sí, para una amante de los libros como yo, para una lectora compulsiva como yo, es triste, muy triste.
Aunque pese a todo no me rindo, no; no entra en mis planes tirar la toalla tan fácilmente; sigo enarbolando mi bandera de Siempre Adelante. Y me quedo con los momentos vividos con mis libros; con la vida que me han dado, con las aventuras que me hacían vivir. Me quedo con los mundos mágicos a los que me transportaban en la niñez y donde era feliz. Y he leído, he leído tanto que me siento orgullosa, y a pesar de haber olvidado, sé que durante años lo disfruté y con eso me quedo. Y sigo leyendo, aunque sé que probablemente olvidaré, pero para mí es uno de los pequeños placeres de la vida que me hace sonreír, que me hace feliz así que nunca abandonare mis libros.
Y así es con todo; que sí, que la fibro me ha quitado cosas, que me ha cambiado la vida; pero nunca podrá arrebatarme la capacidad de ser feliz, de disfrutar, de sentir, de vivir.
Ahora estoy pensando en releer algunos de los libros olvidados, porque sé que me gustaron y volverán a hacerme feliz. Además he decidido que si mi mente va más lenta, si en una conversación no soy capaz de recuperar información, de seguir la charla; pues no pasa nada, al fin y al cabo mis conversaciones no tratan sobre cómo conseguir la paz mundial, o el fin del hambre en el mundo. Quiero decir que si no consigo sacar de mi memoria datos, y sólo aparecen cuando alguien los dice, pues genial, porque pensaré, "yo lo sabía, que buena soy"; pero no me pienso amargar; sé que están ahí, en lo más profundo de mi cerebro, sé que soy una persona inteligente, sé que mi rapidez de reacción no cambia cómo soy. Y si a alguien le parezco lenta, sinceramente no me interesa su amistad.
Tengo fibromialgia, y por ende, problemas de memoria, de retención, de concentración, pero sigo siendo yo; Maite, alegre, vital, optimista, sigo siendo feliz.
Vivir el presente.
Una vez alguien preguntó en un grupo de Facebook de afectadas por fibromialgia, ¿Qué echábamos de menos de nuestra vida antes de estar enfermas? Y mi respuesta sorprendió a más de una, porque yo no echo nada de menos. Es cierto, no echo nada de menos, porque prefiero vivir el presente. Añorar los viejos tiempos, y mortificarnos por lo que podría haber sido y no fue es agotador. Vivir en el pasado acaba con nuestra energía física y mental. Además, mientras perdemos el tiempo en recordar, en lamentarnos por lo perdido, por lo no vivido, estamos desperdiciando el presente, un maravilloso presente que pasa rápido y no vuelve.
Qué he
perdido muchas cosas, pues sí, como todas, pero también he ganado otras muchas.
Perdí el trabajo, tuve que cerrar un negocio por no poder atenderlo, no podía
trabajar más que un par de horas seguidas, perdí amistades, por los continuos
cambios de planes y el aislamiento, perdí mi independencia, utilizaba muletas
para poder andar e incluso en ocasiones silla de ruedas. Perdí mi salud, no
sólo física por la fibromialgia y los múltiples síntomas y síndromes asociados
que sufría, sino también mental, por el profundo caos en el que se vio sumida
mi vida. Pérdidas... pérdidas que nos atan al pasado,
que nos impiden avanzar, que nos dificultan adaptarnos a las nuevas situaciones,
a los nuevos retos que nos plantea la vida; pérdidas que nos obstaculizan en el
proceso de conocimiento, aceptación y adaptación de la enfermedad.
Qué viva el presente no significa tampoco
que renuncie a mi pasado, ni mucho menos, pero no se convierte en una atadura
para mí. Creo que se puede sacar provecho al pasado, a los recuerdos, buenos o
malos; aprendiendo de ellos, ya que pueden servir de lecciones de vida, para
conocernos mejor, para crecer, para madurar.
Para mí,
centrar mi atención en el presente tiene muchos beneficios, me permite
disfrutar de cada detalle, de cada momento de mi vida, y apreciar lo bueno que
hay en ellos, lo extraordinario, lo mágico; y sé que puede parecer una
tontería, pero para mí por ejemplo sentir el sol, la luz cuando salgo de casa
me hace feliz, me llena de vida; o la ducha, el agua caliente, me siento
afortunada, me relaja, y la disfruto enormemente; o sentarme en mi sofá y mirar
mi casa, mi hogar, me siento tan feliz, tan relajada. Son pequeñas cosas, que
normalmente pasan desapercibidas para la mayoría, que pasaban desapercibidas
para mí; hasta que decidí parar mi vida y darle otro sentido.
Ahora para
mí, la vida, no es una mera sucesión de horas, días, semanas, es sentir, es
disfrutar de todo lo que me rodea, porque he elegido vivir a pesar de la
enfermedad, he decidido que la vida es maravillosa y vale la pena vivirla, y la
fibromialgia es sólo una enfermedad, que me limita, sí, pero estoy viva, y
quiero vivir, sentir disfrutar.
Sé que lo
repito mucho, que siempre estoy con la misma historia, pero es cierto, he
elegido vivir, disfrutar, y en ello centro mis energías; así cuando estoy en
casa con mi hija me centro en compartir momentos con ella, y qué más da si hoy
no paso la mopa o limpio el polvo, prefiero tumbarme con ella en la cama y
contarnos nuestras cosas, recordar historias, hacernos cosquillas; porque es lo
que realmente me hace feliz, me duela o no. O cuando llega el fin de semana,
prefiero salir y disfrutar del sol, de un paseo por la playa, de un vermú en
buena compañía, porque me va a doler igual, así que para qué quedarme en casa,
si el sol me da la vida, si la compañía me hace feliz, salgo y vivo. Y así podría
seguir con montones de cosas, me quedo con lo bueno de la vida, porque lo hay,
a pesar de tener una enfermedad crónica, a pesar de tener fibromialgia desde
hace tantos años, para mí, la vida, sigue estando llena de cosas
extraordinarias.
Una vida normal.
Hoy no creo que pueda sacar algo positivo, puede que ni tan siquiera algo bueno porque mi cabeza se ha bloqueado. Y aquí estoy sentada frente al ordenador y a mis manos sólo acuden palabras de desánimo, de desesperación. Palabras abatidas por el dolor, la impotencia de verme así, incapacitada ante la vida. No me rindo, no, no es eso. Siempre adelante, lo mantendré invariablemente, pero sí que me paro, me miro, siento mi cuerpo y pienso, me planteo; hasta donde me va a llevar esta jodida enfermedad. Hasta que límites va a dañar mi maltratado cuerpo.
Porque yo
puedo tener mucha confianza, seguridad, optimismo, vitalidad, puedo ser feliz,
la más feliz del mundo; pero me duele. Me duele y odio que me duela, pero no
puedo hacer más que seguir como hasta ahora, plantándole cara, y centrándome en
vivir, en sentir, en disfrutar. Claro que a veces no es suficiente, porque
quiero tener una vida normal, quiero poder tumbarme en el sofá sin
consecuencias para la espalda, quiero poder comer sin pensar en cómo me va a
sentar, quiero poder sentarme a hablar, a comer, sin tener que arrastrarme al
levantarme, quiero poder ponerme tacones sin arrepentirme a los tres minutos,
quiero poder traer la compra sin que suponga un suplicio, quiero poder secarme
el pelo sin pararme a descansar, quiero dormir.
Quiero vivir
sin tener que adaptar mi postura continuamente, ni controlar los tiempos, ni
pensar en el mañana, ni en las consecuencias de cualquier actividad. Quiero vivir
una vida normal.
Pero sé que
no es posible, sé que me ha tocado vivir con fibromialgia, y sé qué a día de
hoy, es para toda la vida, es una enfermedad crónica. Qué sí, que no es
degenerativa, qué de esto no me voy a morir, qué hay gente peor que yo, pero
coño, es que me duele, siempre, a todas horas, duele.
Y me jode enormemente verme así, limitada;
puesto que sí; mi vida tiene límites. Hace años que tengo esta enfermedad, 15
ya, y adaptarme a vivir con una enfermedad crónica me ha exigido tiempo,
paciencia, me ha costado en más de una ocasión mi salud mental, y me ha llevado
a lo más profundo del abismo después de haberlo perdido todo. Pero aquí sigo,
luchando; a mí, me ayuda expresar, describir mi frustración, mi tristeza.
Me refuerza
plasmar en la pantalla, (escribir a mano hace tiempo que lo deseché, por el
dolor), lo que siento; lo veo escrito y me digo, “pues no vamos tan mal, venga
Maite, recuerda, Siempre Adelante”. Y escribo, me dejo llevar, aunque en
demasiadas ocasiones tengo que parar porque no encuentro la palabra exacta que
quiero escribir, la he olvidado; no encuentro la forma correcta de expresarme,
lo cual me produce una enorme tristeza, ya que las palabras me han acompañado
siempre, desde que de niña pasaba horas leyendo las fantásticas historias de
Julio Verne o las Aventuras de Los Cinco, siempre leyendo, siempre escribiendo,
sin embargo ahora no acierto con las palabras, se han perdido en la neblina que
ocupa mi cerebro, en la bruma que me lleva a no recordar, a no retener. Que
cruel destino para quien adora leer y escribir.
También me
refuerza, ayudar a los demás, a otras enfermas; tender la mano a otras personas
afectadas alivia mi sensación de pérdida; es el egoísmo del altruismo podrán
pensar muchos; pero también es el no sentirte sola, el saber que hay más gente
como yo, que me entienden cuando digo que no puedo más, que me duele.
Asimismo, tengo
que decir que esta enfermedad me ha ayudado a descubrir una capacidad de
adaptación y una resistencia que nunca imaginé que pudiera tener. He aprendido
muchísimo sobre mí, al tener que estar en continua alerta ante los nuevos
retos, los nuevos síntomas, los nuevos dolores, los nuevos obstáculos; todo
esto me ha ayudado a crecer como persona, me siento fuerte y segura. Veo la
vida de otra manera, valoro las cosas de otra manera, porque ahora me fijo,
siento las pequeñas cosas de la vida, los pequeños placeres y los disfruto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Hoy también tengo Fibromialgia
Hoy también tengo Fibromialgia, porque la fibro no sólo es dolor. La fibromialgia son limitaciones, son miedos, incertid...

-
Medicamentos. Menudo tema. No podría dar un número exacto de la medicación que he tomado a lo largo de mi vida, pero ha sido mucha, lo ...
-
Tengo miedo. A veces me puede el miedo, el miedo al dolor. A veces, me dejo ganar la partida o sencillamente la pie...
-
Parece mentira que en pleno siglo XIX, aún nos cueste hablar de sexo, es un tema tabú, nos avergüenza hablar sobre ello con los disti...